Para los presocráticos, el hombre en su aspecto subjetivo es el sujeto cognoscente, voluntario o moral y en su aspecto objetivo una porción del cosmos.
Platón definía al hombre, en forma jocosa, como un bípedo implume, los estoicos y luego los escolásticos, pensaban que el hombre es un animal razonable.
Para Aristóteles el hombre es un animal político, un animal que habla.
Para Rabelais, el hombre es un ser que ríe, para Descartes un ser que piensa, para Kant, un ser que juzga, para Marx, un ser que trabaja y para Bergson, un ser que crea.
Estas definiciones son limitadas porque no llegan a abarcar la realidad humana con fidelidad ni tampoco con justicia; porque el hombre no se puede definir por lo que hace sino por lo que Es.
Diderot intenta dar una definición del hombre diciendo que es alguien que siente, que puede reflexionar y pensar, que evidencia cierta superioridad con respecto a los demás animales que domina, es un ser social, con capacidad para inventar el arte y las ciencias, que puede ser malo o bueno, que vive organizado, que tiene una cultura, leyes, normas, etc. Sin embargo Diderot también reconoce que lo que el hombre es no puede abarcarlo una definición.
Para poder saber los derechos que tiene el hombre se necesita conocer el criterio específico que lo identifique, pero no son ni sus logros ni sus fracasos.
El hombre es ante todo una especie animal, es un mamífero que pertenece al orden de los primates, a la familia de los homínidos, al género homo, a la especie sapiens, nacido de un hombre y de una mujer, con derechos y obligaciones.
El hombre es un hecho y una especie que se puede convertir en valor y en virtud.
Montagne decía que todo hombre tiene la forma entera de la condición humana, y ninguno carece de ella, el hombre nace hombre y se convierte en un ser humano, recibe su humanidad, no la crea, es algo natural más que cultural.
Si el hombre recibe su filiación por ser engendrado antes que por su esencia, la construcción de un ser humano de probeta, sin filiación, podría convertirlo en algo diferente y modificar la especie humana sería perder al hombre.
El hombre no es Dios, y sólo será plenamente humano si acepta su condición para no ser su propia destrucción.
La humanidad es una especie animal, pero tiene ciertos valores, deberes y obligaciones con respecto a otros de su misma especie, una moral.
El no cumplimiento de estos derechos y obligaciones suponen violencia, sometimiento, explotación, opresión, falta de libertad y dignidad humana.
Séneca decía que el hombre es sagrado para el hombre, no porque sea Dios sino porque es hombre y eso es suficiente.
El hombre no es causa de sí mismo, es el resultado de una historia personal que forma su voluntad.
Sartre decía que el hombre está condenado a inventarse a sí mismo pero no desde la nada.
El hombre, decía Spinoza, forma parte de la naturaleza y sigue su orden aunque parezca lo contrario, forma parte de la historia que él mismo construye y que lo hace a él, forma parte de una sociedad, de una época, de una civilización.
Es un animal que sabe que va a morir, que tiene impulsos, pasiones, fantasmas iras, y tanta violencia, tanto miedo, tantos deseos que lo hacen peligroso para él mismo, para los demás y para el mundo.
La humanidad es una especie que hay que preservar y que hay que valorar porque también ha hecho posible la civilización, el desarrollo del espíritu, de las ciencias, de la historia.
De la humanidad depende por lo menos que el hombre sea humano, que se eleve por encima de sí mismo y que mantenga su dignidad y no naufrague debajo de ella.